Como cada año Netflix se ha colocado como un serio contendiente en la temporada de premiaciones y ha puesto varias películas a la consideración de las diferentes premiaciones que nos esperan este año. Una de estas cintas es Mank.

Título original: Mank
Género: Drama biográfico.
Año de estreno: 2020
País: Estados Unidos.
Director: David Fincher
Protagonizan: Gary Oldman, Amanda Seyfried, Lily Collins, Tuppence Middleton y Charles Dance, entre otros.
La encuentras en: Netflix.

Herman J. Mankievich, lesionado de una pierna y alejado del alcohol, tiene el duro reto de hacer el guión de El Ciudadano Kane, una de las películas más influyentes e incendiarias de la historia, pero sus vivencias con el personaje que inspiró la película, le ayudará a recordar el ambiente de Hollywood en los años treinta.

Mank es una película sobre un guión, que a la vez sale de un guión que el padre de David Fincher había comenzado pero que la muerte no le dejo concluir.

Y bajo ese entorno Fincher busca homenajear a su padre, sin el amparo del genial Aaron Sorkin con quién logró esa cinta exitosa llamada La Red Social, pero si con el respaldo de un fuerte elenco actoral y la banda sonora del poderoso dueto de Trent Reznor y Atticus Ross que ya tienen el Óscar en sus manos y, si no es por esta cinta dónde juegan muy bien con los ritmos de la época, será con la jazzera música de Soul.

De aquí tenemos un trabajo en donde Fincher decide contarnos una historia que va tomando paralelos, obviamente, con El Ciudadano Kane, en donde no duda en elaborar cada escena de la película y cotejar la relación histórica con sus momentos más importantes, empezando por mostrarnos esos temores políticos que corrían por los años treinta, especialmente de las clases altas que viven en California, y darnos esbozos del glamour y los excesos de la época, contrastados con la dura crisis económica que conocemos como La Gran Depresión.

Gary Oldman da una clase premium de actuación en esta cinta.

Entonces vemos un extraño paralelo entre el entorno donde Mank va creando su historia con la vorágine política que se tuvo el año pasado en Estados Unidos, donde vemos esos paralelos entre los ideales de cada partido y hasta la forma en que la propaganda política se usaba en la época, misma que llevó también a la censura de contenido como la propia cinta de El Ciudadano Kane en su momento.

Es una cinta que tiene un ritmo semilento, donde si necesitas agarrar un cafecito y meditar lo que acabas de ver, en medio de esas referencias a las cintas que hacía Orson Welles (el trabajo de cámaras y luces busca emular esos momentos y lo hace bien, pero sufre para llegar a esa perfección que tuvo el camarógrafo de Welles en sus cintas) y la forma en que va haciendo los cambios del “tiempo actual” y los flashbacks,que, como línea de guión, va dando la indicación para evitar confusiones.

Quizá sea eso ofensivo para el cinéfilo exigente, pero es inteligente y ayuda un poco a prevenir confusiones, aunque debo decir que si cuesta por momentos identificar a los personajes de tal o cual momento de la cinta. Claro, excepto a Mank y a la hermosa Marion Davies, interpretada por una poderosa Amanda Seyfried, quien comienza a demostrar un fuerte talento histriónico con solo mover los ojos como una seductora actriz de la época y que sabe expresar diferentes emociones con ellos, sin decir palabra, pero que no duda en mostrar ese toque de actriz sexy, pero sumamente inteligente cuando la escena lo exige.

Sin mediar palabra Seyfried puede demostrar con un juego de miradas que ha madurado actoralmente…

Pero el hilo conductor y quien realmente esta convirtiéndose otra vez a ganar todos los premios de actuación (a menos que las futuras cintas que tenemos que revisar digan otra cosa de aquí a abril), es Gary Oldman, quien no necesita darnos líneas fuertes o levantar la voz (eso que lo hagan los otros personajes de la historia, un elenco que, pese a su fuerza, sufre para quedar a la altura del personaje en cuestión) para ser un personaje cínico, ebrio pero extremadamente ingenioso, quien una vez desatado no parará hasta contarnos todo lo que tiene que decirnos durante la historia, sin meter glamour, sin ser inmoral o malvado, solo siendo un simple hombre que bebe y dice cosas.

Es Oldman quien de pronto se convierte en el factor clave del clímax de la película, en un par de escenas donde pasado y presente se combinan para darnos realmente lo que haría que el boleto de cine -si hubiéramos ido- se pague solo y que lo alza como una de las mejores actuaciones del año.

Solamente que, ese detalle de la edición, termina golpeando un poco la cinta, la termina alentando y quizá ese clímax explosivo se termina enfriando un poco y ahí es en donde Fincher nos queda a deber y seguramente dejará al espíritu de Orson Welles sumamente avergonzado.

Además siento que aún había mucho de donde rascarle a la historia, pues deja un conflicto que a mí me hubiera gustado ver. Ciertamente Fincher jugó bien su cinta, pero me deja con la sensación de que ahora debería jugar con el otro ángulo (del conflicto), ese que prefirió guardar, tal vez por desear una secuela o por respetar la memoria de El Ciudadano Kane.

Si a mi me lo preguntaran, creo que va a quedar un poco corto de los premios grandes y solo el tiempo dirá si la cinta es memorable. De mi parte, aprecio el ejercicio cinematográfico de Fincher, pero creo que pudo hacer más.

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