Y ésta es la historia, pongan atención, de como mi vida se transformó…
(Will Smith, El Príncipe del Rap, 1990)
En 1992, Disney consolidaba el renacimiento de su estudio de cintas animadas con su tercer hit consecutivo, en este caso, la cinta de Aladdin, la cual, encima de tener una animación formidable para la época, supo aprovechar los elementos comunes de las cintas de la época, las canciones pegajosas como «Un amigo como yo» y «Un Mundo Ideal», pero sobretodo, el elemento cómico, el cual estuvo en los hombros de Robin Williams quien haría al mejor personaje de su carrera. Mientras tanto, en las pantallas de televisión, comenzábamos a disfrutar de las situaciones chuscas de un aspirante a rapero llamado Will que se va a vivir con su familia adinerada de Bel-Air en El Príncipe del Rap, sin saber Will Smith, el alcance que tendría su comedia en el futuro.
Casi dos décadas después, Disney está en un año donde ya va a la mitad de sus adaptaciones live action de sus clásicos animados, tras la adorable, pero extraña, Dumbo, tenemos por fin la segunda cinta, Aladdin y estamos en espera de las otras dos cintas de este año: El Rey León y Maléfica: La Dueña del Mal.
En el caso de Aladdin, tenemos la dirección de Guy Ritchie (Snatch) y las actuaciones de Will Smith, Mena Massoud, Naomi Scott, Marwan Kenzari y Navid Neghaban entre otros actores.

Basado en el cuento árabe que se agregó a Las Mil y Una Noches, Aladdin es un ladrón callejero de buen corazón que se enamora de la hija del Sultán, Jasmine, en una de sus escapadas callejeras y es motivado por el Visir Jafar a intentar robar una misteriosa lámpara de la Cueva de las Maravillas, sin saber que su vida cambiará por completo en esta aventura al conocer al simpático, pero alocado, genio de la lámpara.
Hay varias lecciones que Disney debe estar aprendiendo tras el resultado final de la película y es algo que debemos de poner en análisis al momento de escribir esta reseña.
La primera lección es que los avances tecnológicos que tenemos en nuestro tiempo no siempre serán suficientes para hacer una adaptación poderosa de una cinta animada que consideramos ya un clásico. Es cierto, los efectos visuales en esta cinta son realmente poderosos, hay escenas que desafían el gran trabajo que se hizo con la animación de 1992 como la entrada del Príncipe Alí o la batalla final que, a decir verdad, es mucho más creíble que lo visto en la cinta animada.

Es también cierto que estos efectos visuales respaldan poderosamente la actuación de Will Smith, haciendo que el genio sea un poco más humano que su contraparte animada, pero sin dejar de ser un personaje alocado y divertido con una gran cantidad de ocurrencias bajo la manga, fiel a la base que dejó Robin Williams pero más basado en lo que Will Smith hizo en El Príncipe del Rap que en el protagonista de Jumanji.
Pero también los efectos visuales en momento se tornan un poco artificiales y pronto vemos que en algunos puntos se pierden detalles que le hubieran dado un poco más de realidad y si se sienta la pantalla verde en algunas de las escenas, sobretodo cuando están sobre la alfombra mágica.
La segunda lección es el hecho de que Disney debe trabajar mejor un poco sus castings, si bien Will Smith logra salir airoso de su interpretación del Genio (quienes vivimos la televisión de los noventa salimos bastante satisfechos de que el Príncipe del Rap surja nuevamente de la piel azul del genio), no puedo decir lo mismo de las actuaciones del resto del elenco.

Es cierto, Naomi Scott logra más o menos vender su personaje de Jasmine, que es ahora un poco más adecuada a nuestros tiempos, pero se queda corta con la intrépida princesa de la cinta animada, Mena Massoud en ratos nos queda a deber como Aladdin y si bien tiene una gran química con Will Smith, termina opacado frente a él, y Marwan Kenzari quizá queda como el personaje más plano como el Visir Jafar, no solo luce distinto al personaje visto en la serie animada (seguramente evitando los clichés que ofenderían a la gente de Medio Oriente) sino que no sabe vendernos al villano que debería ser, vamos, hasta Alan Tudyk muestra más maldad al darle voz a Iago el perico.
La tercera lección es el hecho de notar que Guy Ritchie anda completamente fuera de su área de confort y, como le ocurrió con Rey Arturo: La Leyenda de la Espada, se le va el ritmo cuando intenta montar escenas poderosas. Es cierto, el guión se adaptó para hacerlo más manejable en una cinta live action y eso se agradece, al darle un poco mas de humanidad al genio, al mostrar un Agrabah menos brutal que en la cinta original, pero en buenas partes de la cinta se nota tanta la influencia de las cintas estilo Bollywood que Ritchie parece sacado del juego por momentos.

Eso sí, Disney sabe respetar su material original y de ahí salen los otros puntos positivos, el hecho de mantenerse fiel a la trama, el mantener la poderosa banda sonora de Alan Menken y Tim Rice, quienes agregan la canción «Speechless» que le da más profundidad al personaje de Jasmine y la inclusión de un personaje nuevo que le da mucha humanidad al Genio.
De ahí que Aladdin se haga notar porque logra entretener a su público familiar, con una actuación soberbia de Will Smith, quien parece ya tener marcado su camino de regreso a la comedia, que logra ponerse en los hombros una cinta que sufre de irregularidad y con pocas razones para ser más memorable que la cinta animada de 1992.
Puntaje:
7.0
¿Qué tiene de bueno?
- Los efectos visuales.
- Will Smith, de regreso a sus raíces cómicas como el Genio.
- La banda sonora.
¿Qué tiene de malo?
- El elenco luce débil frente a Will Smith.
- Salvo dos o tres libertades creativas, la cinta sigue haciéndonos recordar por qué la cinta animada fue mucho mejor.
Post-data:
La banda sonora cuenta con dos o tres canciones que el público joven aceptará con gusto como una versión de A Friend Like Me que rapea Will Smith con la colaboración de DJ KHALEEEEED!!! (another one!), y una nueva versión en español de Un Mundo Ideal donde, curiosamente canta la compañera de Naomi Scott en Power Rangers, Becky G.