El sabía muy bien que decir, que punto tocar, que lugar me hacía encender, pero él olvidaba algo, que soy mujer, celosa, loca, sádica, pero con la sangre demasiado caliente para solo ser una más.
En todas nuestras citas, su lengua solo escupía mierda, no me interesaba saber sobre su estúpido trabajo, su vida perfecta, sus mujeres, de esas malditas que me lo arrebataban todas las noche.
Ahora esa víbora que envenenaba mis oídos es mía, y aunque no soy muy amante de la carne está noche cenare a su nombre, todas sus palabras ahora serán mi platillo favorito.
