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Diario de una Ansiolitica

Diario de una Ansiolitica – Aires

Que semana he tenido, después de la renovación de la casa (que al final fue un caos), del viaje extraño que tuvimos mi esposo y yo, de las grandes idas a la piscina publica (que debo decirles ya soy famosa por mis flotadores) y mi libro que ya casi esta terminado, he sentido un dolor extraño en las piernas.

Tengo unos días con un dolorcito en especial en la pierna derecha y por supuesto ha sido mi pretexto para no salir a correr, hacer ejercicio, y para que  mi esposo e hija se hagan cargo de las cosas de la casa, digo dejarme consentir un poco no es malo (esta bien, me aprovecho de ellos, pero les gusta).

Pero por fin entramos al verano y debo decir que esperaba algo mas de este inicio tan esperado, ya saben el calor a todo lo que da, el salir a pasear, ir de compras, salir  al parque para encontrar nueva inspiración para lo ultimo de mi libro (chicos semi desnudos), pero ya saben, la ciudad de los vientos es muy loca.

Así que de la nada comenzaron avisos de tormentas fuertes y como ya les he confesado los truenos y yo, no nos llevamos nada bien, pero pensé, en casa que nos puede pasar.

Seguía con mis dolencias así que ese día que pronosticaban una fuerte tormenta (probabilidad de tornado), decidí sacar una cita con el medico por la tarde noche (no me gusta madrugar mucho), como sabrán mi esposo estaba reacio a ese horario pero al final le dije que era urgente y que no pasaba nada con el mal clima pronosticado, que eran exageraciones.

Me fui sola a la consulta como buena adulta que soy, acepto que con el historial dramático que me cargo (y no es nada grave lo que tengo realmente) mi familia ya no quiere acompañarme.

Me fui caminando, porque la clínica está relativamente cerca de casa, ya se dije que no podía ni caminar del dolor, pero ese día me sentía mejor (la verdad no era para tanto el malestar pero mi cabeza me dice, mejor ve y checate), así que llegue, pero el cielo parecía que me iba diciendo: no vayas, esto se pondrá feo no lo necesitas, no te arriesgues, pero como soy tan testaruda que hice caso omiso a las advertencias que el aire me decía.

Cuando llegue, la recepcionista se asombro de que haya llegado, creyó que iba a cancelar por el mal tiempo (es una chica nueva, no sabe que suelo ser un poco insistente y terca), y como siempre mi respuesta fue algo sarcástica, ya saben con aires de superioridad, «Pero si es solo un poco de viento, que exagerados.» . Así que insistí de que me atendieran y pues tuvieron que hacerlo.

Tardaron un poco, ya que hubo que tomar radiografías (tengo un historial de radiografías que nunca necesite) algo que no necesitaba pero que más vale pedí para prevenir (yo y mi ansiedad). Al final no tenia nada, solo un pequeño tirón, pero que con un desinflamatorio y hielo pasaría muy rápido el malestar.

Salí de la clínica, ya era noche, y como no tenia nada en la pierna decidí regresar caminando. No llevaba ni cinco minutos, cuando el celular comenzó a sonar, una alerta de disque tornado, es verdad el viento soplaba más fuerte cada vez, así que intente correr, pero el aire no me dejaba y la lluvia hizo que empeorara mas esto.

Pero como no me dejo de nadie, dije ni un airesito me detendrá, así que puse todo mi empeño para caminar más rápido, pero llego un aire realmente fuerte que hizo que me levantara del piso e hizo que cayera al piso nada bien, para no hacer el cuento largo, tuve que llamar a mi esposo para que fuera a rescatarme de la tormenta.

Y ahora aquí estoy en el hospital, con una pierna rota y mis aires de superioridad por el suelo. Lección aprendida, reconocer que los vientos de Chicago no solo se llevan cosas materiales, sino también la dignidad, los zapatos, los calzones y uno que otro mal genio.

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