Llego el día que íbamos a ir al dichoso y famoso Festival del taco y del tamal (ya se que estarán pensando, pobres de nuestros estómagos, luego me ando quejando), y como buenos mexicanos fuimos vestidos con nuestros jersey de México, realmente estaba emocionada y mi apetito más.
Tanto era la emoción que llevaba recipientes y bolsas por si encontraba cosas para traer a casa (está bien, me refería a comida y dulces típicos), ya saben cuando uno vive fuera de su país, todo lo de su región se le antoja y cuando hay este tipo de eventos pues uno quiere traerse de todo.
En casa es muy común que prepare comida típica de México, y sino me creen solo recuerden la fiesta pasada (un poco caótica que tuvimos) de mi esposo donde hice rajas, papas con chorizo, etc; pero es costumbre que siga preparando comida como si siguiera viviendo allá, y no es por hacerle el feo a la comida americana o de otros países, pero a la comida mexicana uno nunca puede decirle no.
Como siempre tuve que apurar a todos para llegar temprano y ver todo lo que había, lo malo es que por las prisas olvide pasar al baño, y sonara exagerado o mamón, pero suelo ser muy asquerosa para ir a baños públicos en especial en eventos masivos, es que uno nunca sabe que bichito raro puede agarrar uno por ahí, (que eso me recuerda que así conocí a uno de mis ex).
Pues no hubo alternativa y tuve que usar por primera vez un baño de esos de casita azul, casi muero y no solo del asco sino que casi caigo literalmente en la taza del baño ya que tropecé al momento de entrar, y para no entrar en detalles sucios (que si hora lo pienso, si he entrado a baños de otros y he dejado muy sucio, ya se imaginaran porque, verdad), la experiencia final no fue tan desagradable.
Pero ya entrados en el festival, no sabía por donde comenzar a probar: que si los elotes, los churros, mmm cantaritos, los pambazos, los tacos, unas enchiladas, tamales, pues al final decidí que cada uno comprará de todo un poco para probar de todo.
Pero vaya sorpresa que nos dimos con la comida, ya que mientras yo me quedaba a cuidar la mesa donde íbamos a comer (por supuesto, yo no iba a estar parada en pleno sol haciendo fila y que la gente me estuviese aventando y que se yo) mi esposo e hija fueron por toda esa rica y esperada comida. Al final no era lo que había pedido e imaginado.
Yo encargue unas quesadillas de flor de calabaza y champiñones, churros, elote, y mi cantarito, ellos traían pambazos, flautas, enchiladas, pero cuando por fin llegaron con todo, mi cara fue de: yo no pedí un huarache y mi quesadilla la había pedido de flor de calabaza no de calabacitas. Al parecer lo que encargue era eso.
En fin, el caso es que no en todos los puestos supieron hacer la comida típica de México y realmente fue algo decepcionante, porque vimos como mucha gente de aquí de Estados Unidos se acercaba a comer ilusionados, pero sin saber que muchas de esas preparaciones son realmente muy diferentes en el país de origen.
Al final terminamos un poco confundidos porque no supimos si realmente era comida típica mexicana o un reinvento de esto, ya que mi intento de quesadilla fue huarache, que mi flor de calabaza fueron calabacitas y los tamales oaxaqueños que pedimos para llevar nos pusieron el relleno de estos encima.
Bueno, a pesar de la confusión y un poco la decepción, la aventura estuvo buena, los sabores ricos y ver que nuestros estómagos lo resistieron nos hicieron el día, y que mi cabeza trajo locos recuerdos de bichitos en mi vida, tengo buenas ideas para meter a mi libro y a las columnas que escribo.
Ya me esta gustando esto de los postdata: Viva México y alguien tendrá por ahí un Pepto bismol.
