Pues acá andamos de nuevo, después de unas merecidas vacaciones en casa, que fueron casi obligatorias, pero las disfrute cuanto pude y mi lado creativo también agradeció ese tiempo de descanso, ya saben, a veces las ideas se atoran igual que un pedo, están ahí solo ocupando espacio, pero cuando salen, es mejor huir.
Y es así que tuve que tomarme unas semanas de descanso, me había saturado de mucho trabajo, salidas, ideas, que cuando menos lo espere el cuerpo comenzó a hacer de las suyas. Cero creatividad, mal humor al mil por ciento, problemas estomacales, dolencias en la espalda por pasar mucho tiempo frente a una computadora, en mis libros, mis libretas, los intentos de saltos de tigre, las salidas a lugares cálidos y luego fríos, que las alergias, bueno ya se la saben, yo y y mi estuche de monerías.
Pero como no puedo estar tanto tiempo quieta y mucho menos dejar de escribir, pues seguí con mi nuevo proyecto de microrrelatos y haciendo algunas anotaciones finales para el libro y por supuesto tuvimos algunas salidas algo peculiares.
Así que les platico, decidimos ir a la exposición llamada Curiosidades y rarezas; la verdad me dio cosa ir, porque creí que no me dejarían salir de ahí, o que mi esposo me cambiaría por una cabeza de jíbaro, que creo que son menos latosos y silenciosos que yo.
Lo divertido fue, que tanto mi esposo como yo fuimos vestidos que en lo que a mi respecta seria normal, un vestido rosa a juego con tenis, mi esposo con una playera amarillo mírame a huevo y con un dibujo animado, pero al llegar al lugar definitivamente lo que considero normal ahí adentro era lo extraño y bizarro, ya que la mayoría vestía de negro, muy darks, muy emo, etc. Unos looks realmente creativos, un lugar seguro para aquellos que se sienten o nos sentimos diferentes.
Así que claro, los dos nos sentíamos tan fuera de lugar y creímos que en cualquier momento nos iban a detener por creer que nos escapábamos de un puesto donde todo era loco, raro y bizarro. Solo nos faltaba tener una cabeza de más, un tercer ojo y listo ahí nos quedaríamos; por supuesto no falto el comentario de mi esposo diciendo, que yo encajaba muy bien en ese lugar, y que era tan extraña y curiosa que definitivamente le ganaba a cualquier cosa en esa exposición.
Al final la exposición nos causo un poco de estremecimiento, hubo puestos donde uno sentía vibras raras y no eran provocadas por mi presciencia, otros donde era mejor ni parar (había muñecas antiguas y con eso yo no juego, eso de ver de niña películas de terror con muñecas no deja nada bueno), y esos otros puestos donde el morbo ganaba y uno ahí estaba con la piel de gallina o asombrado.
Aunque debo aceptarlo nos la pasamos muy bien, compramos algunas cositas para que hicieran juego y buena decoración para mi mini estudio (algo mas raro o bizarro en mi espacio aparte de yo siempre es bienvenido).
Pero aquí no acabo todo, después de salir de esa normalidad teníamos que regresar a nuestra realidad, y que buena forma de regresar, comencé a renquear y decidimos parar para revisarme y resulta que mi dedo meñique del pie se había convertido en un churro sangriento y la uña esa pequeña bastarda se había incrustado en mi piel, y pues era eso que hacía que cojeara al salir.
Así que al final mi mini vacaciones se convirtieron en un episodio mas de Escalofríos o algo parecido. Y mi lado extraño y no solo hablo de como soy o vivo, salio a relucir y ahora tengo un pie estilo Frankestein, pero si lo veo de buena manera, ya no falta mucho para Halloween.
