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Diario de una Ansiolitica

Diario de una Ansiolitica – Cambio de estación

Pues llego el otoño, la cual se ha vuelto una de mis temporadas favoritas, y más ahora que radicamos en Estados Unidos, pero definitivamente la mejor estación por cuestión de clima seguirá siendo el verano, ademas amo el verano porque es cuando vemos chicos musculosos sin camisetas por donde sea.

Pero el otoño lo considero mágico, es de esas temporadas en las que me siento más filosófica, más centrada, más inspirada, pero también comienzo a sentir esa melancolía de fin de año; también empiezan las ansias de poner todo lo relativo a la navidad, que para mí es la mejor festividad del año.

Pero no es solo por la magia que se siente en el ambiente, me gusta esta época porque la gente comienza a volverse melosa, podemos sacar nuestras mejores ropas, no se ustedes pero para mi las personas se visten más elegantes, y además sale a flote nuestro verdadero yo.

Pero lo que más amo de esta época del año, es el cambio de color de las hojas de los arboles, se asemeja tanto a nuestras vidas, es como si nos quitáramos capas de nuestra alma (ven que si me pongo muy filosófica) y lo mejor está por llegar, o algo así me siento, mientras no salga mi bruja interior con eso tengo.

Aunque no podemos pasar por alto un punto definitivamente importante de estas fechas: la comida. Así es, en está época es cuando más se antoja todo, ya saben los dulces, todo lo preparado con calabaza, los cafés, el pan dulce, el tan esperado pan de muerto y puedo seguir con la lista. Pero llegamos a la conclusión que estos antojos (aunque también tengo otro tipo de antojos…) podrían venir de nuestro instinto animal, eso que nos hace comer de más y nos obliga dulcemente a dejar de seguir una dieta para mantenernos calientes en invierno (aunque yo conozco otro remedio para permanecer calientes en casa), y debo decir que en estos momentos mi animal mas bien mi bestia interna está a un botonazo de salir a la superficie y si es así, mi querida nutriologa me odiara al mil.

Así que es muy difícil salir de casa o ir a los supermercados con todos esos antojos, y para mi es muy complicado poder evitar toda esa delicia, pero hasta ahorita he sido muy fuerte, pero debo confesar, que no se cuanto pueda soportar.

Pero bueno, ya hable de los puntos fantásticos que tiene está época, ahora tengo que mencionar ese punto horrible que hace que odie el otoño y no piensen que me refiero a que me vean con mi disfraz de Halloween, ese es otro rollo, es algo que muchos sufrimos y que nos convierte en zombies nasales: la odiosa alergia estacional.

Yo la sufro y realmente, es espantosa, dura poco pero para uno es como la eternidad. Y como no soy nada exagerada, ya se imaginaran como me pongo en esos días de inicio de cambio de estación. Sí, me convierto en un ogro pero no en una Fiona, ojala fuera así, pero mi realidad es que me convierto en esos ogros horribles y temibles, donde si me tocan o hablan, puedo morder, arañar y casi hasta comerlos.

Es realmente incomodo tener la nariz como un refresco toda  burbujeante, y mi voz que si de por si es muy graciosa y rara, pues ahora parece que hablo como si estuviese ebria, mi tono es aguardentosa. Así que me vuelvo una huraña en estos días, trato de salir solo lo básico, ya que cualquier cosa puede provocar que esto se me agrave y no se, hasta pueda morir (ya sé, que exagerada).

Pero parece que el destino se divierte con mis penas, yo que no quiero salir para no enfermar más, no ser grosera, sí más de lo normal, pero parece que él tiene otros planes malévolos listos para hacerme quedar mal como siempre. El punto es que salieron algunas invitaciones a cenar y comer con algunos colegas del trabajo de mi esposo y también de unos amigos que tenemos en común.

Y por más que quise desistir, porque se como ando, mi querido y genial esposo (que casi lo ahorco) se tomo la libertad de aceptar todas las invitaciones. No tuve alternativa que ir, aunque le advertí que no iba a ser responsable de cualquier trauma que pudiera ocasionar en los eventos consiguientes.

Las primeras salidas estuvieron a flote, mi alergia controlada, la dieta respetada y yo me sentía mejor, pero, llego la ultima invitación, fue en casa de unos muy buenos amigos, lugar que ya conocíamos, así que, que podía salir mal.

Lo que nuestros amigos no sabían es que ese día todo se me junto, estrés, la alergia estaba al tope, y mi ogro estaba a punto de convertirse en algo peor. Y por más que quise desistir de la invitación, me arme de valor y fuimos, que podía salir mal.

Cuando llegamos a su casa, nos dieron la sorpresa, acababan de adoptar un perro gigantesco, la verdad estaba hermoso, y como amo a los animales (y más a los que se convierten así en al cama, ups, me desvié del tema), pues me le abalance con todo al pobre cachorro. Pero jamas previne lo que estaba a punto de suceder.

Comenzamos la velada perfectamente, nos dieron una entrada deliciosa y no hablar de la cena, pero cuando llegamos al postre, comenzó la tragedia, el pelo del perro comenzó hacer efecto en mi y como todo estaba cerrado porque a mi me da frió, mi garganta comenzó a cerrarse y mi respiración estaba fatal, así que comencé a ahogarme. Susto enorme que me di y les di.

Y como no soy nada dramática, creí que iba a morir ahí; pero al final quedo en eso, un susto, pero el postre que es mi parte favorita se tuvo que mover a la terraza, lo bueno es que realmente no hacia frió, lo malo es que el que pago la noche fue el perrito que lo tuvieron que dejar encerrado en casa.

Mi garganta volvió a la normalidad y después de las mil disculpas, parece que lo ocurrido quedo solo como una anécdota divertida, pero para mi fue algo menos que graciosa. Ahora mi ogro interno está peor que nunca, pero lo divertido es que le sacare provecho a el y lo usare para asustar a uno que otro en la noche de Halloween.

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