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Finales Inesperados

Carroña

Estación del Sol, puntualmente en la entrada del mismo vagón, extiende el brazo y ayuda a la señora mayor a bajarse, discretamente se limpia la mano, entra al tren, cuenta cinco pasos se detiene y se sienta en el asiento vacío de siempre; pone su portafolio de piel de una buena marca en el piso del lado derecho recargado a penas rozando su pierna. Arremanga su saco Hugo Boss, ve su reloj Rolex, toma el tiempo. Se acomoda los lentes de sol con el dedo medio de su mano izquierda. A los 3 minutos se acomoda el pequeño cabello desacomodado que alcanza a ver en su reflejo en el vidrio del tren. Zapatos tipo mocasín, con calcetines a juego con su corbata. Trata de estar sentado como si no quisiera hacerlo, como si estuviese suspendido en el para no arrugar su traje. Saca un dulce, uno pequeño, lo desenvuelve con una gracia y rapidez. Diez minutos pasados, observa a la misma adolescente que se acaba de subir y que trae una mini falda, intenta cederle el lugar pero ella siempre se niega. Vuelve a ver el reloj, revisa que todo este en orden, comienza con sus bolsillos del pantalón, se acomoda el saco, mueve sus pies, primero el izquierdo seguido con cuidado para no tirar el portafolio el derecho. Se ve en su reflejo, se acomoda los lentes y se pone de pie, camina nuevamente 5 pasos y ha llegado a su destino.

Cinco en punto de la tarde, está frente al vagón  de donde se bajo por la mañana. Se abre el tren, camina nuevamente 5 pasos y se sienta en el mismo asiento vacío; se ve primero en su reflejo y se seca con un pañuelo de seda que saco de su bolsillo del saco, la gota de sudor que está apunto de escurrirle por la nuca, arremanga su manga y ve su reloj Rolex, se detiene, saca un pañuelo del bolsillo izquierdo de su pantalón, limpia una micro mancha colo roja, guarda el pañuelo doblado. Respira profundamente, cierra los ojos por unos segundos, tres para ser exactos; acomoda sus piernas más tranquilamente, no trae ningún peso, su portafolio lo ha dejado, 10 minutos después se sube nuevamente la adolescente con la mini falda y el trata de cederle el asiento ella no acepta. Ve por ultima vez su reflejo, se acomoda, se levanta por instinto, camina 5 pasos y ha bajado del vagón.

De lunes a viernes yo también subía en esa misma estación, llegaba corriendo para alcanzar el mismo vagón, entraba atrás de el, me sentaba frente a él, normalmente voy comiendo en el tren; él nunca me tomo en cuenta, veía todo excepto a mi, «un vagabundo». Era mi tarea seguirlo, aprender su rutina, tenía que pagar el precio, meterse con su madre; él no lo previno, era tan perfecto, tan rutinario, que fue realmente fácil. Lo hice rápido y limpio, no tuve que limpiar mi reloj ni nada, yo siempre hago mi trabajo como se debe. Podre anciana, que se ilusionaba cuando él la tocaba, pero sin saber que lo hacía para no perder tiempo y que le daba asco tocarla. Lastima de muchachilla, ya no se dejara manosear por el, además nunca fue su intención cederle el asiento solo lo hacía para tocarla sin su permiso, pero al final termino gustándole eso a ella. Pero al final creo que nadie lo extrañara, porque así como él hay muchos, son como buitres, esperando la carroña, a sus presas; pero lo que no saben es que si no aprenden a ver realmente todo su entorno y si no aprenden con quien meterse o no, un simple zopilote vendrá a limpiar su eterna perfección.

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