Ese olor lo reconocía y logro estremecerme de pies a cabeza, ya habían pasado años y aun así pude reconocerlo. La mayoría de nosotros, los marginados, lo tenemos prohibido, y a aquel que se le sorprendiera con uno, con una planta o hasta un simple grano era condenado no a muerte, si no a algo peor, lo que le restaba de su miserable vida a esa persona culpable según ellos, lo ponían a oler y ver como hacían licor, dulces y todo lo que se les ocurriera con ese manjar. Así que cuando lo olí y entro en mi como una bala sentí pánico por esa pobre alma. Pero a mi edad, que no daría por un pequeño sorbo. Solo los elegidos como así se hacen llamar tienen el privilegio de tenerlo, de beberlo y nosotros solo de imaginarlo. Lo que daría por un sorbo. Espero que está pobre alma alcance a disfrutar de su manjar prohibido y anhelo que se apiade de esta vieja y me dé, y así me deje ir como se debe, con ese sazón de vida, con ese sabor de un buen preparado de café…
