¿Quién soy?
Una de las incógnitas más difíciles que uno puede responder, porque al final, de verdad sabemos quiénes somos, o somos esa persona ajena que vemos reflejado en un espejo cada día y dudamos si somos nosotros o es alguien más, porque mutamos tanto, cambiamos a cada momento a cada segundo.
Porque no soy mis brazos, ni mi estómago, ni mi espalda, ni las pecas en mi cara, ni ese trasero gordo y a veces flácido que aparece; porque nos estamos transformando cada segundo; nada al final es real, el cuerpo madura, se envejece se hace duro, se cae.
¿Quién soy?
También me lo pregunto a diario. Así que soy esa que deja la servilleta usada doblada de buena manera en un restaurante, soy esa que el sol la deslumbra, la que deja pisadas irregulares, la que se enfada si no puede llegar temprano a un lugar, cita, trabajo o evento. Esa que odia el sufrimiento ajeno y que se adjudica problemas que no son suyos pero que los carga como si pensando que con ello ayuda en algo a ese otro ser. Soy la que ama sin igual, sin importar como a quien, que se entrega en todo al cien, soy la que se pone la camiseta.
Soy luz, pero también oscuridad.
El cuerpo va y viene, pero lo que somos es todo aquello que dejamos en nuestro caminar, esa huella que ni limpiándola con el mejor limpiador se borra.
Somos eso, acciones.
Soy espíritu, soy alma pero al final soy solamente una más, alguien que dejara su marca de una u otra forma, buena o mala.
¿Quién soy?
Solo soy yo.
